verdadera revolución social en Chile

ANALISIS DE UNA VERDADERA REVOLUCIÓN SOCIAL EN CHILE

Lo que hemos experimentado desde el pasado viernes 18 de octubre es  la Revolución Social en Chile que muchos vaticinábamos y cuya explosión era sólo una cuestión de tiempo

El levantamiento de una sociedad gravemente afectada por la desigualdad y el abuso por parte de nuestras instituciones

Cada vez que tuve la oportunidad de conversar acerca del inevitable levantamiento de una sociedad gravemente afectada por la desigualdad y el abuso por parte de nuestras instituciones, sostuve lo que ya he dicho en publicaciones anteriores: la estabilidad económica que se le atribuye a nuestro país es una estabilidad mentirosa, que depende del capital privado y la riqueza concentrada en no más de 10 familias.

Basta con que todas o algunas de ellas decidan llevarse sus capitales e invertir en el extranjero para que toda la economía chilena se venga abajo o se tambalee gravemente.

Inicio mi análisis haciendo cargo de esta realidad, porque cualquier medida que adopte el gobierno de turno para hacerse cargo de las exigencias sociales está gravemente condicionada por esta realidad. Dicho de otra manera, cualquier medida orientada a dar una solución de fondo y que permita atender las legítimas exigencias del pueblo chileno, supone introducir modificaciones radicales cualquier medida orientada a dar una solución de fondo y que permita atender a un modelo de economía de libre mercado que ha permitido la concentración de la riqueza en el 1% de nuestra población, y que podrían provocar la migración de estos capitales al extranjero. Así las cosas, aunque me tachen de pesimista, dudo que este u otro gobierno tenga “los cojones” para implementar medidas radicales que efectivamente modifiquen nuestro modelo económico actual.

Se me viene a la mente una medida comúnmente adoptada en los regímenes comunistas y que impide a estos pequeños grupos económicos, que gobiernan la economía local, sacar sus capitales al extranjero. ¿Chile está preparado para adoptar una medida semejante?

La respuesta es NO. Es innegable que para dar solución a los problemas más graves que enfrenta nuestra sociedad se requiere una intervención más activa del Estado, quien debe actuar en forma subsidiaria para al menos moderar las desigualdades e injusticias que son propias e inevitables en un modelo de economía de libre mercado.

He escuchado repetidamente dos frases: Chile despertó y No son los 30 pesos, sino los últimos 30 años. Sí, Chile despertó, prueba de ello son las imágenes que todos hemos visto y que han dado la vuelta al mundo. No, no son los últimos 30 años.

A mi juicio, son los últimos 45 años. Son las AFP, las Isapres, el sueldo mínimo, un sistema tributario incapaz de redistribuir equitativamente el ingreso nacional, una inequidad transversal en todos los aspectos fundamentales de la vida tales como la educación, la salud, la concentración de riqueza que permite realidades brutalmente diferentes entre las distintas comunas de la Región Metropolitana y demás Regiones del país.

Es la corrupción desenfrenada: Caval, Soquimich, Penta, Ferrocarriles del Estado, Mop-Gate, Carabineros de Chile, Ejercito, Pinocheques, por mencionar sólo algunos casos.

Frente a nuestra realidad económica y social, la revolución que estamos experimentando era una cuestión de tiempo y predeciblemente incentivada por una generación libre de las “trancas” que nos dejó la dictadura. Una generación que no tiene miedo a la represión y que no cree en la clase política.

En su mayoría son jóvenes que ni si quiera se toman la molestia de ir a votar en las elecciones parlamentarias o presidenciales, porque SABEN que, cualquiera sea la clase política gobernante, todo seguirá siendo esencialmente igual, diferenciándose unos a otros en la adopción e implementación de medidas “parches”, que calman los síntomas de una enfermedad que no han sido capaces (o no han tenido la voluntad) de remediar.

Esta generación está constituida, básicamente, por dos grandes grupos: aquellos que se manifiestan pacíficamente a través de las movilizaciones, el arte, la música, batucadas, cacerolazos, etc. Y por aquellos más radicales que están dispuestos a recurrir a la violencia, normalmente ejercida en contra de las propiedades, privadas y públicas, y que tal vez no tienen plena conciencia de sus motivaciones o exigencias, pero que están hastiados y son víctimas de una sociedad injusta y abusadora.

No me mal interpreten.

No estoy diciendo que avalo los incendios, saqueos, atentados a las propiedades y demás actos de violencia, pero debemos preguntarnos ¿sin estos “delincuentes”, “lumpen”, “anarquistas”, o como Ud. quiera llamarlos, la clase política y el gobierno habrían reaccionado como lo han hecho? ¿Sin el caos que ciertos grupos han provocado, los dirigentes políticos y autoridades de los distintos poderes del Estado, se habrían tomado con la misma seriedad las exigencias sociales?

TODOS, transversalmente, sin importar el color político, han manifestado su apoyo a las exigencias que motivaron esta verdadera revolución social. El gobierno está realmente preocupado, sobrepasado y, literalmente, acorralado por el pueblo chileno.

Lamentablemente los cambios radicales requieren medidas radicales. Nos guste o no, son los actos de violencia, sobre todo los que dejan en evidencia la existencia de grupos organizados, los que han obligado a nuestros gobernantes a tomarse en serio las legítimas exigencias del pueblo chileno.

Sin los incendios, saqueos, encapuchados, desorden público, etc., el gobierno permanecería en su zona de confort, inactivo y, en el mejor de los casos, aprobando alguna medida “parche”, medidas que ya no son útiles para calmar los síntomas en una generación que se ha levantado en contra del “sistema” y que alza la voz en representación de todos aquellos que aceptamos, sin reclamo, la desigualdad, la injusticia social y el abuso institucionalizado por más de 40 años.

¿Estoy de acuerdo con la decisión del gobierno de recurrir a un estado de excepción y decretar estado de emergencia?

Si. La Constitución Política de la República de Chile en su artículo 39 permite limitar o afectar el ejercicio de los derechos constitucionales en determinadas situaciones de excepción, entre las cuales se encuentra la conmoción interior, la emergencia y calamidad pública.

Los estados de excepción constitucional son: estado de sitio, estado de asamblea, estado de catástrofe y estado de emergencia.

Los distintos estados de excepción constitucional pueden ser decretados por diferentes causas que justifican su procedencia, pero todos tienen un efecto común: limitar el ejercicio, por parte de todos los habitantes de la república, de ciertos derechos constitucionales como el derecho a la libertad de reunión, de locomoción, de trabajo, de asociación, etc.

El artículo 43 de la Constitución Política de la República establece cuáles son los derechos cuyo ejercicio se puede ver limitado o afectado en un estado de excepción constitucional.

Por su parte, el artículo 42 de nuestra carta fundamental regula el estado de emergencia y establece que sólo procede en caso de grave alteración del orden público o de grave daño para la seguridad de la Nación.

Declarado el estado de emergencia el Presidente de la República puede restringir las libertades de locomoción y de reunión.

Supone, además, que las zonas declaradas en estado de emergencia quedan bajo la dependencia del Jefe de Defensa Nacional que designe el Presidente de la República, quien, a partir de su designación, asume la dirección y supervigilancia de todas las zonas afectadas.

A mi juicio, que el gobierno haya decretado estado de emergencia constituye un reconocimiento tácito a la fuerza de este levantamiento social y una demostración de la seriedad con que el gobierno y la clase política han debido escuchar la voz de esta masiva movilización.

La violencia de la que todos hemos sido testigos no le resta legitimidad a esta verdadera “revolución social”; tanto desde el punto de vista del legítimo derecho que tiene el pueblo a manifestarse, como desde el punto de vista de la legitimidad de su causa basal, es decir, de las exigencias que motivaron su estallido.

No manifiesto expresamente mi apoyo a la violencia, pero no soy tan sínica como para desconocer su importancia.

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